Diana Fonseca es colombiana, tiene 32
años, y lleva unos diez como consumidora de inyectables, especialmente heroína.
Yo la busqué, yo la quise
El consumo comenzó en España, donde
vivió unos años. "Con la heroína empecé porque un noviecito que yo tenía,
se fue a trabajar en verano con los papás que tenían una gasolinera y me llevó
donde sus amigos y me dijo: 'Diana, va a haber muchas drogas, por favor no
pidas ni recibas nada'. Pero, pues ¡a quién le dice! Yo fui la que quise y yo
fui la que la probé, yo fui la que busqué."
"La primera impresión fue de
somnolencia, como estar adormilada todo el tiempo, no me gustó la
experiencia". Pero al día siguiente volvió a probar; esta vez speedball,
que es heroína mezclada con cocaína.
"Ahí ya le cogí el gusto",
dice. "Si yo no hubiera probado al otro día el speedball con coca, yo no
sería heroinómana. A mí no me gustó al principio".
El impacto en la familia
"Ese daño colateral que se hace a
los familiares, no es que uno lo haga de malo, lástima, pero es que uno lo está
pasando muy bien, mientras ellos la están pasando mal", dice Diana
respecto al impacto que su consumo tiene sobre sus seres queridos.
Las consecuencias
"Yo llevo diez años en consumo,
durante los cuales todo lo que me entra en dinero, es para gastármelo ahí. Todo
lo que entra es para eso. Es estar esclavizado, es someterse al dealer, al
jíbaro".
"Hoy te metes y mañana tu cuerpo te
va a decir: 'Deme lo que me dio ayer'. Y tu le vas a decir: 'No'. Entonces tu
cuerpo te empieza, a mí, con dolor en la cintura terrible, que es como el
período, parecido, hay chicos que les da vómito, fiebre, dolor en los huesos,
dormir es muy difícil".
"Yo considero que soy fuerte
físicamente. El síndrome es de atacar tanto física como psicológicamente. Yo
creo que soy fuerte físicamente, me aguanto el dolor, me aguanto las náuseas,
pero me ataca la mente".
“Con la heroína tu hoy te metes 5
miligramos, mañana te tienes que meter 6, pasado mañana 7, ir subiendo. Y un
heroinómano tampoco tiene toda la plata para ir subiendo, sino solo se consume
para no enfermarse".
Consumidores funcionales
De los consumidores de heroína que Diana
conoce, dice, de diez, siete u ocho son funcionales. Los consumidores
funcionales, son aquellos que lograr llevar una vida relativamente normal.
"La imagen que se tiene del
consumidor es que no tiene un peso, que roba, que no sirve para nada, yo trato
de hacer muchas cosas".
Pero hay un problema: los funcionales,
me dice esta mujer, consumen más que los no funcionales porque tienen más
plata. Y una ventaja: al tener trabajo, están obligados a mantener rutinas,
hábitos, a cuidar la apariencia.
"Ya no quiero más, quiero
parar"
La resiliencia es seguir limpio aunque
haya una breve recaída. Los medicamentos ayudan, dice: buscapina, rivotril,
antipsicóticos para depresión. "O si no con metadona, la metadona es otro
veneno, pero es legal; te enganchas también en la metadona". Pero no es
fácil dejar, dice Diana. "Primero que nada, es tener la voluntad de querer
salir. Está en uno".
—¿En cinco años cómo te gustaría verte?
-le pregunto a Diana.
—Me gustaría verme primero con plata,
con mucha plata. Segundo ojalá terminar mis estudios de psicología en España y
llegar acá con mi diploma. Y ayudar a los que están en este tema.
—¿Y no consumiendo?
-No consumiendo. Hombre, de pronto un
porrito o un ácido de vez en cuando.
—¿Inyectables?
—No. En cinco años espero estar
trabajando como psicóloga, si se puede y si no en la parte de gastronomía. Tal
vez unir lo de la psicología y la terapia.
¿Y qué es lo más importante que puede
recuperar si finalmente la logra dejar?
"A mis papás, y el tiempo, porque
este es el momento en que tengo energía vital, para hacer plata, para que
cuando esté viejita si quiero seguir consumiendo consumo, pero tener la plata
suficiente; la heroína siempre va a estar ahí, en cambio mi energía vital no y
mis papás tampoco van a estar ahí". Fuente BBC
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PUBLICADO EL 16/11/2017